La princesa y el jardín de las hadas perdidas

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La princesa y el jardín de las hadas perdidas
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La princesa y el jardín de las hadas perdidas. Érase una vez una princesa llamada Isabel, que vivía en un gran castillo rodeado de jardines y bosques. Pero había un lugar mágico que siempre había llamado su atención: el jardín de las hadas perdidas.

Este jardín era el hogar de criaturas mágicas, que se dedicaban a ayudar a los humanos y a hacer el mundo un lugar más hermoso. Pero un día, las hadas perdieron su camino y nadie sabía cómo encontrarlas. La princesa Isabel sabía que tenía que hacer algo para ayudarlas.

Así que, un día, decidió salir en busca del jardín de las hadas perdidas. Se atavió con un vestido cómodo, unas botas y un sombrero para protegerse del sol y partió en su busca.

Después de caminar durante horas, la princesa Isabel llegó a un bosque que nunca antes había visto. El sol brillaba entre los árboles y el aire era fresco y húmedo. Allí, la princesa encontró un pequeño arroyo que bajaba por la ladera de la montaña, y decidió seguirla.

Mientras caminaba, de repente se topó con una pequeña criatura con alas, una hada. La princesa estaba sorprendida, había oído hablar de ellas pero nunca antes las había visto. La hada le sonrió y le dijo:

-¡Hola, princesa Isabel! ¿Qué te trae por aquí?

– Busco el jardín de las hadas perdidas. ¿Podrías ayudarme a encontrarlo?

– Por supuesto – respondió la hada – sigue el arroyo unos cuantos kilómetros hasta la cascada. Verás un camino a la derecha. Síguelo y llegarás al jardín.

La princesa Isabel siguió las instrucciones de la hada y pronto llegó a la cascada. Allí, encontró el camino que la hada le había dicho. Caminó por el sendero y vio un hermoso jardín. Flores de colores brillantes, árboles frutales y una pequeña charca habitada por renacuajos y ranas.

De repente, la princesa Isabel escuchó un gran estornudo. Se giró y vio a una pequeña hada, que parecía tener frío.

– ¿Estás bien? –preguntó Isabel.

– No –respondió la hada– tengo demasiado frío. Estoy resfriada.

– Deberías volver a tu casa y descansar –le aconsejó la princesa.

– No puedo, mi casa está muy lejos. Me perdí y no puedo encontrar el camino de regreso. Además, tengo que encontrar a mi amiga, la hada de las flores, para ayudarla a preparar la fiesta de cumpleaños.

Isabel decidió ayudar a esta hada a encontrar a su amiga. Juntas, caminaron por el jardín, buscando a la hada de las flores. Pero era difícil encontrarla en un lugar tan grande.

Finalmente, la princesa Isabel notó que una de las flores del jardín se movía. Se acercó para investigar y vio una pequeña hada rodeada de mariposas y abejas, todas trabajando juntas cuidando la flor.

– Discúlpeme – dijo la princesa Isabel – ¿Estás buscando a tu amiga para ayudarla a preparar la fiesta de cumpleaños?

– ¡Sí, soy yo! – respondió la hada con alegría.

Isabel se presentó y las ayudó a ambas a volver a sus casas. Para la princesa, el jardín de las hadas era realmente un lugar mágico. Allí encontró a dos amigas maravillosas, y comprobó que las hadas eran seres muy valiosos que merecían nuestra ayuda y protección.

La princesa Isabel se hizo una promesa, ayudaría a todas las hadas que encontrara a lo largo de su vida, y a todas las demás criaturas mágicas que necesitaran su ayuda. Así fue como se convirtió en la protectora de las hadas, y pasó muchos años cuidándolas y protegiéndolas como una verdadera princesa.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La princesa y el jardín de las hadas perdidas
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