La princesa y el reino de las estrellas

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La princesa y el reino de las estrellas
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La princesa y el reino de las estrellas. Érase una vez en un reino muy lejano llamado «El reino de las estrellas», en donde todos los habitantes del lugar vivían muy felices bajo la luz de las estrellas más brillantes del universo. En este reino, gobernaba el rey Estrella junto con su hija, la princesa Luna.

La princesa Luna era una joven muy hermosa y trabajadora que siempre estaba dispuesta a ayudar a su padre en todo lo que necesitaba para mantener el reino en armonía. Pero había una cosa que Luna siempre había deseado tener en su vida: una estrella que fuera solamente suya.

Desde pequeña, la princesa había observado cómo todas las noches las estrellas brillaban con intensidad, como si cada una tuviera su propia historia que contar. Pero en su corazón, la joven deseaba tener una estrella que le perteneciera a ella y que brillara con todo su esplendor.

Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, la princesa se encontró con una anciana que estaba sentada en un banco viendo pasar las estrellas. La anciana tenía un aspecto extraño, con un vestido largo y un sombrero que cubría su rostro casi por completo.

La princesa se acercó a ella y, con una sonrisa amable, le preguntó si necesitaba algo. La anciana alzó la cabeza y le dijo a la princesa que sí, que tenía algo que ofrecerle: una estrella muy especial.

La princesa Luna, que había escuchado cuentos de estrellas mágicas y encantadas, se emocionó ante la oferta de la anciana y le preguntó qué debía hacer para conseguir esa estrella.

La anciana le explicó que la estrella que le ofrecía era única en el reino y que para obtenerla, la princesa debía encontrar un objeto muy valioso que había perdido hace mucho tiempo en su jardín. La anciana le dio una pista sobre el objeto y, después de agradecerle, la princesa se dirigió a buscarlo.

La pista la llevó hasta un árbol muy antiguo, en donde encontró una llave dorada escondida entre las ramas. Sabiendo que debía ser muy importante para la anciana, la princesa se apresuró a regresar al banco donde la había visto y le entregó la llave.

La anciana sonrió y le dijo que ahora podía pedir su deseo. La princesa, pensando en la estrella que deseaba, cerró los ojos con fuerza y pidió que le concedieran su deseo de tener su propia estrella.

Cuando abrió los ojos, la anciana había desaparecido, pero algo llamó su atención en el cielo. Una estrella brillaba con más intensidad que las demás y, aunque no estaba completamente segura, la princesa supo en su corazón que esa estrella era la que había deseado.

La estrella parecía escuchar los pensamientos de la princesa, ya que comenzó a moverse con suavidad en el cielo y a acercarse cada vez más a ella. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, la estrella tomó la forma de un pequeño ser luminoso que bailaba en el aire.

La princesa estaba asombrada y sintió que su corazón se llenaba de alegría al ver que había logrado obtener su propia estrella. El pequeño ser luminoso se acercó a ella y le dijo que, a partir de ahora, cuidaría de ella y la protegería siempre que lo necesitara.

Desde ese día, la princesa Luna llevaba con ella a su estrella a donde fuera que fuera. La estrella la acompañaba en sus aventuras por el reino, iluminaba su camino en las noches más oscuras y le recordaba que, al final del día, siempre habría un lugar en el cielo en donde brillaría con todo su esplendor.

A medida que pasó el tiempo, la princesa Luna se convirtió en la reina del reino de las estrellas y, junto con su estrella, llevó a su pueblo a vivir muchas aventuras y contar muchas historias bajo la luz de las estrellas más brillantes del universo.

Todos los habitantes del reino admiraban a la reina y su estrella y sabían que, gracias a ellas, la luz de las estrellas seguiría brillando en el cielo durante muchos años más.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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