La princesa y el reino de las sombras. Érase una vez, en un reino lejano, vivía una princesa llamada Luna. Era hermosa, bondadosa y muy querida por su pueblo. Sin embargo, tenía un problema, todas las noches, cuando se acostaba a dormir, el reino se sumía en la oscuridad más profunda y todo se volvía sombrío y tenebroso. La princesa no podía entender por qué ocurría esto y todas las mañanas se despertaba preocupada por su reino.
Un día, decidió hablar con un sabio anciano del reino. Él le dijo que había un lugar muy lejano llamado “El reino de las sombras” y que allí vivía la malvada Reina de las sombras. La princesa sin pensarlo dos veces decidió emprender un viaje hacia ese lugar para intentar solucionar el problema.
Luna montó en su caballo blanco y se dirigió hacia las montañas más altas del reino. Allí encontró una cueva oscura y llena de misterios. Decidió entrar con cautela y pronto descubrió que se trataba del portal hacia el Reino de las sombras.
La valiente princesa no tuvo miedo y entró decidida a enfrentarse a la Reina de las sombras. Al entrar se encontró rodeada de una completa oscuridad, pero gracias a su valentía, encendió la luz de su varita mágica, que siempre traía consigo, y pudo ver el camino hacia el castillo de la Reina.
El camino hacia el castillo era largo y lleno de peligros. Había enormes rocas que se movían, árboles que parecían querer atraparla y monstruos que trataban de asustarla. Pero Luna se mantuvo firme y valiente, y logró pasar cada obstáculo.
Finalmente, llegó al castillo de la Reina de las sombras. Era un lugar oscuro y terrorífico, pero a pesar de eso, Luna decidió entrar y enfrentarse a la Reina.
La malvada Reina estaba sentada en su trono, vestida de negro y con una corona llena de diamantes negros. Luna se acercó y le preguntó por qué su reino se sumía en la oscuridad todas las noches.
La Reina respondió con una risa malvada: “porque yo lo he decidido así, y nadie podrá cambiarme de opinión”. Luna no se dio por vencida y decidió convencer a la Reina de que debía dejar que su reino tuviera luz todas las noches.
La princesa comenzó a contarle a la Reina de las sombras acerca de todas las maravillas que se pueden observar en la noche cuando hay luz. De las estrellas brillantes, la luna llena, la aurora boreal, y los animales nocturnos que solo pueden ser admirados en la oscuridad. La Reina, poco a poco, fue entendiendo que la oscuridad no era la única opción.
Finalmente, la Reina decidió que a partir de ese día, dejaría que la noche del reino de Luna tuviera luz. La princesa estaba muy feliz y agradecida con la Reina, así que decidió invitarla a su reino para que pudiera disfrutar de todas las maravillas nocturnas.
Cuando la princesa regresó a su reino, la luz estaba allí para recibirla, todo era hermoso y brillante. Todos los pueblo celebraron la nueva luz y cada noche, las estrellas, la luna y los colores mágicos de la noche iluminarían ese reino maravilloso.
Desde ese día la oscuridad y las sombras no volvieron a aparecer en el reino, todos los habitantes estaban felices. La valentía de Luna y su astucia al hablar con la Reina de las sombras logró que el reino siempre estuviera lleno de luz y esperanza.
La princesa nunca volvió a sentirse triste o preocupada todas las noches, pues sabía que la luz siempre estaría presente en su reino. Y así, Luna vivió feliz para siempre, en su reino lleno de luz y de la magia de la noche.