La princesa y la fuente de los deseos

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La princesa y la fuente de los deseos
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La princesa y la fuente de los deseos. Érase una vez en un reino muy lejano, una hermosa princesa llamada Sofia. Era la más encantadora de todas las princesas del reino, pero era también la más caprichosa y egoísta de todas.

Un día, mientras paseaba por los jardines del castillo, encontró una fuente muy bonita adornada con hermosas flores y con numerosos pececitos dorados nadando. La princesa, fascinada por la vista, se acercó a la fuente y preguntó a uno de los pececitos si podía llevarle una moneda. A lo que el pececito respondió: «Si lanzas una moneda a la fuente, se te concederá un deseo».

Sin pensarlo dos veces, Sofia sacó una moneda de oro de su bolsa y la lanzó a la fuente. Rápidamente, cerró los ojos y pidió su deseo. Al abrir los ojos, se dio cuenta de que el deseo se había cumplido.

A partir de ese momento, la princesa visitaba la fuente todos los días y pidió un deseo diferente cada vez. Cada deseo se cumplía al instante y la princesa se volvía cada vez más y más egoísta.

Un día, cuando la princesa estuvo a punto de pedir su deseo diario, el pececito dorado salió del agua y le preguntó: «¿Estás segura de que necesitas este deseo? ¿No te das cuenta de que estás siendo muy egoísta y que deberías utilizar tus deseos para hacer algo bueno por los demás?» A lo que la princesa respondió: «¿Qué sabes tú? Eres solo un pececito en una fuente».

Pero mientras la princesa se retiraba, el pececito dorado saltó fuera del agua y se transformó ante sus ojos en un hombre muy sabio, que a su vez se convirtió en su guía para enseñarle a ser una buena persona.

La princesa, al ver que el pececito dorado se había convertido en un hombre sabio, se asustó al principio, pero pronto se dio cuenta de que era un mensaje de la fuente y decidió escuchar lo que tenía que decir. El hombre le dijo que si quería tener más deseos, entonces tendría que hacer algo bueno por los demás, y que no debía ser egoísta.

La princesa, al principio, no sabía cómo podría hacer el bien por su reino. Pero después de pensarlo mucho, decidió construir un gran parque en el centro del reino para que todos los niños y niñas del reino pudieran jugar juntos y divertirse.

La princesa, con sus deseos, comenzó a construir el parque y pronto los niños del reino se reunían allí todos los días para jugar juntos. La princesa estaba muy feliz de ver la alegría que había traído a sus súbditos y decidió continuar haciendo el bien.

Un día, la princesa se dio cuenta de que la fuente se estaba secando. Al acercarse, oyó la voz del pececito dorado diciéndole que ya había cumplido todos sus deseos y que, por lo tanto, la fuente ya no tenía más poder.

La princesa sabía que había hecho algo muy bueno para su reino, y felicitó al pececito dorado por enseñarle la lección de ser buena y generosa. La princesa se fue a casa feliz, sabiendo que había hecho algo bueno en el reino gracias a la fuente mágica de deseos.

Desde entonces, la princesa visitaba la fuente regularmente, como una recordación humilde de que, a pesar de su riqueza y posición, había aprendido que la verdadera riqueza en la vida radica en ser amable, generoso y benevolente. Y los niños del reino jugarían en el parque siempre, recordando el amor y la generosidad de la princesa.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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