La princesa y la joya del sol

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La princesa y la joya del sol
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La princesa y la joya del sol. Érase una vez en un reino muy lejano, una hermosa princesa llamada Mariana. Mariana era muy temperamental y caprichosa, siempre hacía lo que quería sin importar las consecuencias.

Un día, mientras Mariana exploraba el bosque cercano a su castillo, encontró una joya muy singular. Era de un color amarillo intenso, como el sol y parecía tener una energía especial. La princesa quedó fascinada por la joya y decidió llevársela consigo.

Mariana no se fijó que esa joya era muy importante para el pueblo del reino vecino. La joya del sol, como era llamada, era la fuente de vida de los campos de cultivo y de las huertas en el reino vecino. Los habitantes dependían de esa joya para tener una buena cosecha cada año.

Cuando se dieron cuenta de que alguien había robado la joya, los habitantes del reino vecino cayeron en el temor y la preocupación. No podían permitir que algo así pasara, ya que perder la joya sería una catástrofe para su pueblo.

La princesa Mariana, ajena a todo esto, seguía jugando con la joya del sol, mostrándosela a todos en el castillo y fardando de su maravillosa adquisición. Pero cuando el príncipe del reino vecino llegó al castillo de Mariana pidiéndole la joya, Mariana no quiso soltarla.

—No es justo que ustedes la tengan, yo la encontré y es mía — argumentó Mariana.

El príncipe intentó explicar la importancia de la joya para su pueblo y por qué era necesario que la regresara, pero Mariana se negó rotundamente.

—No quiero compartir mi joya — dijo Mariana, escondiendo la joya en su bolsillo.

El príncipe regresó a su reino con las manos vacías y una gran preocupación. Si la joya del sol no regresaba pronto, los campos y las huertas se secarían, dejando al pueblo sin alimento.

Mariana, al ver todo el alboroto que había causado por la joya, comenzó a sentirse mal por su egoísmo. Decidió entregar la joya y pedir disculpas por su comportamiento.

Entonces, la princesa se dirigió hacia la frontera del reino vecino y, con lágrimas en los ojos, entregó la joya del sol a los guardias del príncipe.

—Siento mucho lo que hice y no sabía que era tan importante para ustedes — dijo Mariana.

Los guardias del príncipe se sorprendieron y agradecieron a Mariana. Al ver su arrepentimiento, le explicaron cómo la joya del sol era vital para el pueblo y cómo ayudaba en la prosperidad durante todo el año.

Mariana entendió lo importante que era compartir y pensar en los demás. Aprendió que siempre hay que tener en cuenta lo que puede beneficiar a todos, no solo a uno mismo. A partir de ese momento, comenzó a ser más generosa y a darse cuenta de lo afortunada que era por tener todo lo que tenía.

Desde aquel día, la princesa Mariana se convirtió en una persona diferente. Había aprendido una valiosa lección y estaba determinada a ser una mejor persona.

Los habitantes del reino vecino no olvidaron el acto de generosidad de Mariana y, a medida que pasaba el tiempo, se desarrolló una estrecha relación amistosa entre los dos reinos.

Gracias a su arrepentimiento y su deseo de corregir su error, Mariana logró convertirse en una princesa y una persona verdaderamente valiente y respetada. Todos la veían como un modelo de compasión y virtud.

La joya del sol, ahora compartida entre los dos reinos, siguió siendo un símbolo de la amistad y la cooperación, un recordatorio de cómo, a veces, nuestras acciones tienen un impacto mayor del que imaginamos.

Así concluye la historia de la princesa Mariana y la joya del sol. Esperamos que les haya gustado y que la hayan leído con sus hijos o estudiantes para enseñarles la importancia de pensar en los demás y de ser generosos.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
La princesa y la joya del sol
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