La rana y el buey. Érase una vez una rana que vivía en una charca junto a un enorme buey. La rana era muy amable y siempre saludaba al buey con alegría, pero el buey era muy arrogante y no le prestaba atención a la pequeña rana.
Un día, la rana se encontraba en la orilla de la charca cuando vio a su amigo buey caminando cerca del agua. La rana decidió acercarse y decirle hola. Pero el buey, como siempre, la ignoró y siguió caminando.
La rana se sintió muy triste porque su amigo no le había prestado atención, pero decidió no perder la esperanza. Al día siguiente, cuando volvió a ver al buey, lo saludó con entusiasmo otra vez. Pero otra vez el buey la ignoró.
La rana no entendía por qué el buey era tan arrogante y malo con ella. Después de todo, habían convivido juntos en la charca durante tanto tiempo. Así que un día le preguntó:
– «Buey, ¿por qué me ignoras y no me saludas cuando me acerco a ti?»
El buey respondió con desprecio y altanería:
– «Porque tú eres solo una pequeña rana. Yo soy un buey grande y fuerte, y no hay comparación entre nosotros. No tengo tiempo para alguien como tú.»
La rana comprendió que el buey no tenía empatía y no era capaz de ponerse en su lugar. Pero ella no se rindió. En lugar de ello, decidió ponerse en el lugar del buey y entender por qué se comportaba de esa manera.
Con mucho esfuerzo, la rana saltó a la espalda del buey y le pidió que lo llevara por la charca. El buey, sorprendido pero complacido por el atrevimiento, accedió a la petición de la rana.
Mientras el buey caminaba por la charca llevando a la rana a cuestas, ésta pudo ver el mundo desde una nueva perspectiva. Desde lo alto, pudo ver todos los detalles de la charca, las plantas, los animales y también al buey, que parecía un gigante imponente.
Mientras tanto, el buey empezó a sentir el peso de la rana sobre su lomo. Nunca antes se había dado cuenta de lo incómodo que podía ser llevar encima a alguien más pequeño que él. Empezó a sentirse cansado y dolorido. Entonces, se dio cuenta de que la rana siempre había estado allí, en la charca, luchando por su supervivencia día a día.
Al final, el buey entendió el valor de la rana y lo importante que era para la charca. La rana, por su parte, entendió que aunque el buey fuera más grande y fuerte que ella, no era mejor que ella. Ambos aprendieron juntos la importancia de entenderse y respetarse mutuamente, y así fue como se convirtieron en amigos de verdad.
Desde ese día, el buey empezó a ser más amable con la rana y a tratarla con más respeto. La rana agradeció este cambio de actitud y nunca olvidará lo valioso que fue el esfuerzo que hizo por entender al buey.
Al final, la charca se convirtió en un lugar más feliz y pacífico, donde todas las criaturas se llevaban bien y se respetaban mutuamente gracias a la lección de amistad y empatía que enseñaron la rana y el buey.
Y así, la rana y el buey siguieron conviviendo en la charca, no solo como amigos, sino como dos seres que se amaban y respetaban mutuamente. Desde entonces, siempre se saludaban con una sonrisa y con mucho cariño, como buenos amigos que eran.