Las aventuras del gato Whiskers. Érase una vez, en un pequeño pueblo enclavado en las ondulantes colinas del campo, vivía un pequeño gato travieso llamado Bigotes. Bigotes era una criatura curiosa, siempre se metía en problemas y causaba travesuras dondequiera que iba.
Una tarde soleada, Bigotes decidió emprender una aventura. Salió sigilosamente de su pequeña y acogedora casa y comenzó a explorar el mundo que la rodeaba. Se subió a los árboles y corrió por los tejados, disfrutando de las vistas y los sonidos de la bulliciosa ciudad de abajo.
Mientras vagaba más y más lejos de su casa, se encontró con un campo de hierba alta. Nunca antes había visto algo así, y estaba fascinada por el susurro de las cuchillas entre sí en la suave brisa. Se arrastró por la hierba, dominada por la curiosidad, hasta que llegó a un pequeño arroyo que fluía por el campo.
Bigotes tenía sed, así que se inclinó para tomar un trago del agua clara y fresca. Pero justo cuando estaba a punto de tomar un sorbo, escuchó un gruñido bajo detrás de ella. Se dio la vuelta para ver un enorme perro que gruñía, mostrando los dientes y listo para atacar.
Bigotes sabía que tenía que actuar rápido. Se lanzó hacia un lado, evitando por poco las mordazas del perro, y corrió tan rápido como pudo por el campo. Podía escuchar las patas del perro golpeando detrás de ella, pero no miró hacia atrás. Se concentró en poner la mayor distancia posible entre ella y el perro.
Finalmente, después de lo que pareció una eternidad, Bigotes llegó a la seguridad de su propio patio trasero. Se derrumbó sobre la hierba blanda, jadeando y sin aliento, pero agradecida de estar en casa.
A partir de ese día, Bigotes fue mucho más cuidadosa con los lugares por los que vagaba en sus aventuras. Había aprendido la lección de la manera más difícil, pero estaba decidida a no dejar que eso le impidiera explorar el mundo que la rodeaba. Puede que fuera una gatita traviesa, pero también era valiente y llena de curiosidad, y sabía que aún le esperaban muchas aventuras en el mundo.