Los Gatos y la Ciudad de Oro

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Los Gatos y la Ciudad de Oro
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Los Gatos y la Ciudad de Oro. Érase una vez una ciudad de oro, rodeada por un inmenso bosque en el que vivían muchos gatos. La ciudad era muy importante para las personas que vivían allí, ya que era el lugar donde se encontraban las minas de oro y la fuente de su riqueza.

Los gatos, por su parte, vivían felices en el bosque, cazando ratones y aves, explorando su entorno y disfrutando de la vida sin preocupaciones.

Un día, los habitantes de la ciudad de oro descubrieron que se había producido un gran robo en las minas. Inmediatamente, empezaron a buscar a los culpables y se dieron cuenta de que los gatos, que siempre habían sido considerados amigos de los humanos, eran los principales sospechosos.

Los gatos, por su parte, negaron enfáticamente su implicación en el robo, pero los habitantes de la ciudad no les creyeron. Estaban convencidos de que los gatos habían robado su oro y estaban decididos a encontrar la prueba definitiva que los incriminara.

Los días pasaban y la tensión entre los humanos y los gatos aumentaba. Los gatos, viendo que la situación se estaba volviendo peligrosa para ellos, decidieron que lo mejor era abandonar el bosque y buscar una nueva casa donde pudieran vivir en paz. Así fue como emprendieron un largo viaje en busca de un lugar que fuera tan maravilloso como el bosque que habían dejado atrás.

Caminaron durante días y noches, cruzando ríos, desiertos y montañas. Finalmente, llegaron a una ciudad que parecía salida de un cuento. Las calles estaban llenas de edificios antiguos y coloridos, la gente era amable y acogedora y en el centro de la ciudad había una enorme plaza donde los gatos podían jugar y descansar al sol.

Los habitantes de la ciudad les dieron la bienvenida a los gatos y los invitaron a quedarse allí para siempre. Los gatos admiraron la belleza de la ciudad y los múltiples lugares a los que podían explorar y descubrir, al igual que los niños comenzaron a jugar con ellos.

Para los gatos, haber encontrado un lugar como ese era un sueño hecho realidad. Sentían que allí podían ser libres, explorando los lugares sin temor a los humanos.

Pero una noche, mientras los gatos dormían, un ladrón entró a robar en una joyería de la ciudad. La policía fue alertada, y visitó cada casa del vecindario, incluyendo las casas de los gatos.

Al ver la presencia de los oficiales, los gatos se inquietaron y empezaron a sentir la angustia de que fueran acusados.

Cuando los policías llegaron a la casa de los gatos, comenzaron a registrarla, encontrando una bolsa de joyas en el jardín trasero donde los gatos solían jugar. Inmediatamente los acusaron de robo, los llevaron a la cárcel y los juzgaron.

Los gatos estaban desesperados al ver que nadie les creía que ellos no habían cometido el robo. Pensaron que nunca serían amigos de los humanos y que nunca más podrían vivir en paz.

Afortunadamente, el dueño de la joyería descubrió más tarde que las joyas habían sido enterradas en la casa de un cliente engañado, y que los gatos eran inocentes.

Los humanos en la ciudad se sintieron avergonzados de haber creído que los gatos eran los culpables del robo. Se disculparon con ellos y les ofrecieron una compensación por el mal momento que habían pasado.

De repente, los gatos se sintieron queridos y protegidos, mucho más que en el bosque donde vivían antes. Se dieron cuenta de que en la ciudad de oro, los humanos y los gatos podían ser verdaderos amigos.

Desde entonces la ciudad fue llamada la ciudad de los gatos, un lugar en que los humanos y los gatos eran amigos y donde los gatos nunca más fueron acusados de ningún crimen.

De vez en cuando se escuchaba algún robo pero rápidamente era aclarado, ya todos pensaban en la amistad formada con los dueños de esa ciudad.

Desde entonces todos los habitantes de la ciudad de oro creía que la amistad y la confianza eran los mejores ingredientes para vivir una vida feliz en armonía y proteger a la ciudad de malhechores y hacer justicia en su ciudad. Los gatos y las personas convivían felices en una amistad eterna.

Y colorín colorado este cuento se ha acabado.
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