Los Regalos Sorpresa en la Ciudad de los Juguetes. Érase una vez en la Ciudad de los Juguetes, una pequeña tienda llamada «Los Regalos Sorpresa», donde el dueño, Don Rodrigo, era famoso por hacer magia con sus juguetes. Los niños de todas las edades venían a comprar sus regalos de cumpleaños, Navidad, o simplemente para darse un capricho. Pero lo que la gente no sabía era que Don Rodrigo escondía un gran secreto, algo que solo unos pocos sabían.
Un día, una niña llamada Laura entró en la tienda de Don Rodrigo. Laura estaba buscando un regalo para su hermano menor, quien iba a cumplir seis años. Ella buscó y buscó en los estantes, pero no encontró nada que le gustara. Entonces, Don Rodrigo se acercó a ella y le preguntó si necesitaba ayuda.
Laura le explicó la situación, y Don Rodrigo le preguntó a Laura si su hermano tenía alguna obsesión por algún animal. «Le encantan los elefantes», respondió Laura. Don Rodrigo sonrió y le dijo a Laura que esperara mientras buscaba algo especial. De repente, regresó con un pequeño elefante de juguete.
«No es solo un elefante de juguete», dijo Don Rodrigo. «Es un elefante mágico. Todo lo que tienes que hacer es soplarle en la trompa y te llevará a un lugar especial». Laura estaba un poco incrédula, pero Don Rodrigo insistió en que lo intentara.
Laura tomó el elefante y sopló en su trompeta. De repente, ella y su hermano estaban en medio de un campo de girasoles, un lugar que habían visto solo en fotografías. Se sorprendieron y emocionaron al mismo tiempo. Laura se dio cuenta de que Don Rodrigo era un mago de verdad, y le agradeció por regalarle a su hermano una sorpresa tan maravillosa.
Los días pasaron, y la fama de Don Rodrigo se extendió a través de toda la ciudad. La gente venía a la tienda de juguetes no solo para comprar juguetes, sino también para experimentar las sorpresas mágicas que Don Rodrigo había creado. Había un oso de peluche que te llevaba a un campo de flores salvajes, un barco de juguete que te llevaba a un arrecife de coral, y una muñeca que te llevaba a un jardín de delicias.
Un día, un niño llamado Juan entró en la tienda de juguetes en busca de un regalo de cumpleaños para su padre. Le dijo a Don Rodrigo que su padre era un gran aficionado al golf, así que Don Rodrigo sacó un pequeño set de golf de juguete y le dijo: «Este no es solo un set de golf, sino que también te llevará a un campo de golf mágico».
Juan estaba un poco escéptico, pero aun así, sopló la pelota de golf. Lo siguiente que supo fue que estaba en un campo de golf real, con su padre a su lado. No podía creer lo que había sucedido cuando se dio cuenta de que su padre lo estaba llevando a jugar en un campo de golf.
Después del juego, Juan y su padre se sentaron en el club y se dieron cuenta de que alguien había dejado una nota en su bolsa de palos de golf. La nota decía: «Gracias por visitar el campo de golf mágico. Espero que hayan disfrutado la experiencia. Regrese pronto».
Juan se dio cuenta de que la nota era de Don Rodrigo, y la mostró a su padre. Juntos se dieron cuenta de que Don Rodrigo era un mago de verdad, y decidieron volver a su tienda de juguetes para pedir más sorpresas mágicas.
Los días pasaron, y Don Rodrigo seguía recibiendo visitantes para explorar sus juguetes mágicos. Un día, un anciano entró en la tienda. Era un hombre sabio, con una larga barba blanca y un bastón en la mano. Le explicó a Don Rodrigo que era un verdadero mago, y que había venido a la ciudad para ayudar a Don Rodrigo a mejorar sus habilidades.
Don Rodrigo, que siempre había querido ser un verdadero mago, aceptó la oferta del hombre sabio. Y así, comenzaron a trabajar juntos, creando juguetes que eran aún más sorprendentes y maravillosos que antes.
Finalmente, el día llegó en que el hombre sabio decidió partir. Había cumplido su misión, y había dejado a Don Rodrigo con una habilidad que nunca hubiera imaginado. Y así, la Ciudad de los Juguetes nunca volvió a ser la misma. Cualquier persona que cruzara la puerta de «Los Regalos Sorpresa» tendría una experiencia mágica, una que nunca olvidaría.
Y Don Rodrigo nunca olvidó al hombre sabio, quien le había dado el mayor regalo de todos: el don de hacer magia con sus juguetes.