Pulpi y el tesoro perdido del mar. Érase una vez en el mar, donde las aguas son cristalinas y la brisa del mar era agradable, un pulpo llamado Pulpi. Se le conocía como el pulpo más ingenioso de toda la zona, ya que tenía muchos trucos bajo sus ocho brazos.
Un día, mientras nadaba en busca de su comida favorita, los mejillones, se topó con un cofre en el fondo del mar. Al principio, pensó que era solo otro pedazo de basura que alguien había arrojado al agua, pero cuando llegó más cerca, se dio cuenta de que era algo especial. ¡Era un cofre de tesoro lleno de monedas de oro, joyas y piedras preciosas!
Pulpi estaba emocionado y no podía esperar para contarle a sus amigos. Reunió a todos los habitantes del mar: peces, cangrejos y estrellas de mar, y les mostró el tesoro. Se sorprendieron mucho y todos comenzaron a preguntar cómo podrían ayudar a Pulpi.
Después de pensarlo un poco, Pulpi decidió que lo mejor era buscar la llave del cofre. Era la única manera de abrirlo, y sabía que en algún lugar del mar debe estar. Así que, cada día, junto con sus amigos, exploraban una nueva parte del océano en busca de la llave. Buscaron en cuevas, naufragios y en el arrecife de coral, pero no encontraron nada.
Pulpi estaba desanimado. Pensó en abandonar la búsqueda y simplemente guardar el cofre en algún lugar donde nadie lo encontraría. Sin embargo, sus amigos no querían que se rindiera.
“Pulpi, debemos continuar buscando”, dijo el cangrejo, “juntos lo encontraremos”.
Así que continuaron la búsqueda. Un día, mientras nadaban en una cueva, descubrieron una medusa con la llave en una de sus tentáculos. La medusa no estaba contenta de ver a Pulpi y a sus amigos, pero finalmente les dejó la llave.
Pulpi y sus amigos estaban emocionados. Corrieron lo más rápido que pudieron de regreso al cofre para abrirlo. Pero cuando llegaron y trataron de abrir el cofre, se dieron cuenta de que la llave era demasiado grande.
“¿Y ahora qué hacemos?” preguntó un pez.
De repente, Pulpi tuvo una idea. Ya había visto a un pez globo soplar aire y hincharse. Si podía hacer que el pez globo soplara aire en la llave, podrían abrirla.
Así que fueron a buscar al pez globo y le pidieron que soplara aire en la llave, y lo hizo. Con el aire adecuado en la llave, fue fácil abrir el cofre.
Pulpi y sus amigos estaban sobrecogidos por lo que encontraron dentro. Había joyas y monedas de oro, collar y diadema de perlas, collares de corales y muchos otros tesoros.
“Realmente has encontrado algo especial, Pulpi”, dijo una estrella de mar en voz baja.
Pulpi sabía que no podía quedarse con todo el tesoro para sí mismo. “Debemos compartir esto con todos”, dijo. Así que convocó a toda la comunidad marina y les dio el tesoro. Cada pez, cangrejo, estrella de mar y pulpo recibió algo.
Desde ese día, Pulpi y sus amigos pasaron más tiempo juntos buscando tesoros. Pero esta vez, no se trató de un tesoro personal, como el cofre del tesoro, sino de tesoros para compartir.
Érase una vez, un pulpo llamado Pulpi quien aprendió que la verdadera riqueza no se mide por lo que se tiene, sino por lo que se comparte.